La plaza de toros: planeta del embeleso

La plaza de toros: planeta del embeleso

Por Óscar Hernán Correa

 

No se ve bien sino con el corazón,

lo esencial es invisible a los ojos.

Antoine de Saint Exupery

 

     El buen aficionado se ve avocado a sentir una transformación única cuando cruza el umbral de una plaza de toros. El buen aficionado se exalta al presenciar una corrida de toros; sufre, por demás, una metamorfosis singular. En otras palabras, deja de ser el mortal que minutos antes fue. La pregunta: ¿Por qué sucede este fenómeno? Sencillo responder. La razón lógica se debe a como lo dijo alguien: “La faena cobra el carácter de auténtica embriaguez”. A otro le escuché decir: “Voy a ver los toreros en su coreografía de danza y muerte”.

     Interesado en las implicaciones de una corrida de toros, le pregunté a un aficionado de vieja data acerca de su parecer sobre las corridas de toros, y su respuesta fue inmediata: “La faena es oro frágil y fugaz, una chispa de luz que llega y se va, pero que al final de la tarde queda en lo más hondo de nuestra memoria emocionada”.

     Por tanta magia que encontré en las respuestas de mis amigos, decidí seguir interrogándolos. Alguna tarde, me detuve a escuchar lo siguiente: “La corrida es emoción; y la emoción es una caída brusca de la conciencia en lo mágico”. Seguí en la tarea de preguntar, y mis amigos siguieron en la tarea de responder: “Los lances y los pases son pinturas en alto relieve sobre la arena amarilla”.

     Más definiciones me entregaron mis amigos taurinos: “Los aficionados estamos en relación con el toro porque es un ser muy especial; ese toro que es la resultante de una larga evolución filogenética, metazoario superior con simetría bilateral; estamos en relación con él porque es el animal más bello que existe”.

     ¿Por qué va a los toros?, le pregunte a un aficionado de esos que inspira respeto. Y su respuesta fue precisa: “Voy a los toros porque siempre habrá un torero que buscará la gloria con inteligencia hasta llegar a entender a los toros por más herméticos que sean”.

     En una amena tertulia escuché las siguientes reflexiones: “Admiro y respeto al torero que hace lo que debe realizar, y sabe lo que sobra”; “Voy a la corrida para ver al torero que tiene valor para dominar al toro, a verlo improvisar cuando en la suerte está entregado a su suerte”; “El torero es el único artista que es ovacionado en el momento de su creación”.

     Y para finalizar, los invito a analizar la consideración del filósofo español Fernando Savater: “La tauromaquia es una permanente orgía en la que ninguno de sus participantes puede permanecer sobrio”.

     Por todas las razones arriba registradas es que usted y yo, amigo lector, asistimos a las corridas de toros.